Neutrogena
Historia de Neutrogena
En la década de 1930, Manny Stolaroff inició su negocio de cosméticos en Los Ángeles, fabricando pinceles y barras de labios para las grandes marcas de aquel momento.
En uno de sus viajes a Europa, Manny descubrió un jabón no alcalino extremadamente suave que había sido inventado por un químico belga. Manny vio el potencial del producto, y adquirió los derechos de distribución en los EEUU. Se llamaba Neutrogena. En una época en que el precio del jabón era de 10 centavos, Manny vendía Neutrogena por un dólar. Manny era un hombre que derribaba las fronteras, forzaba los límites. Y, de este modo, sentó los cimientos para que Neutrogena se convirtiera en una compañía sin igual.
Y la historia siguió con LLoyd Cotsen, el yerno de Manny. Cuando Cotsen pasó a dirigir la compañía, sabía que sus productos eran fantásticos, lo que no tenía eran los enormes fondos de que disponían las marcas de belleza más ricas. Tuvo que replantearse por completo el modo en que se comercializaba Neutrogena y se le ocurrió un brillante nuevo modelo de negocio. En una época en que solo los grandes laboratorios farmacéuticos trabajaban con médicos, Lloyd buscó crear una relación sincera con los dermatólogos. Estaba convencido de que apreciarían la calidad, la seguridad y la eficacia que Neutrogena ofrecía. Y así fue.
Centrados en el cliente, la innovación en productos siempre se inspira en el conocimiento de los consumidores y de sus necesidades no satisfechas. Todos los productos de Neutrogena están testados científicamente y ofrecen resultados probados.